La única condición para poder juzgarla es la libertad desde la que se ejerce. A partir de ahí, si encontramos una significativa disonancia entre cómo vivimos nuestra sexualidad y cómo nos gustaría vivirla, habremos de pensar que hay que promover cambios profundos. En esta reflexión puede servir de ayuda hacerse las siguientes preguntas:
Ante la perspectiva de abordar un tema sexual con nuestros hijos e hijas se puede ser franco y admitir la sensación de incomodidad y las ganas de superarla con lecturas científicas, serias y amenas sobre sexualidad humana.
Intercambiar opiniones con nuestra pareja, familiares y amigos sobre los descubrimientos que hagamos en estas lecturas atreviéndonos a compartir nuestra realidad, trascendiendo el chiste fácil, única alusión socialmente utilizada para hablar de sexo. Sería deseable que fuéramos capaces de ir promoviendo un discurso normalizado sobre la sexualidad siempre teniendo en cuenta los principios y valores que fomentamos desde una temprana edad a nuestros hijos.
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